viernes, 3 de octubre de 2008

DUÉRMETE NIÑO, O VENDRÁ EL JET-LAG

Ayer llegué a Shanghai. Me vais a perdonar que no os hable todavía de cómo es la ciudad, pero es que después de las 22 horas de viaje, todavía estoy bajo los efectos del estrés post-traumático. Y necesito hablar de ello para superarlo.

Todo empezó a las cuatro y media de la mañana, una hora a la que claramente no vas a hacer nada bueno ni ir a ningún sitio agradable -así, a bote pronto, sólo se me ocurren como posibles destinos el hospital, el patíbulo, o el aeropuerto. Después un montón de gente en uniforme se dedicó a ordenarme que hiciese cosas y les enseñase papeles: DNI, tarjeta de embarque, abra la mochila, descálcese, sáquese el cinturón, muéstreme los líquidos que lleva, explíqueme qué es esto, y esto otro, separe los brazos, pasaporte, ¿tiene visado?, etc. Y yo allí, a las mil y pico de la mañana, atravesando máquinas extrañas que si pitan, significa que tienes un problema, -igualito que en las series de médicos-, y dejando que me cacheasen mil veces, como si no se diesen cuenta de que, a según qué horas, a todos se nos pone cara de terrorista. Por su seguridad, dicen... Yo creo que lo hacen para que te vayas haciendo a la idea de que te espera una experiencia desagradable. Porque después de todo eso, tuve que embutirme en un asiento minúsculo, rodeada por una señora obesa y un caballero que ronca desde antes de que despegue el avión, y justo detrás de un niño con problemas de conducta -bueno, el problema más bien lo tienen sus padres- que alternó llantos y gritos durante todo el viaje. A veces me pregunto si estarán en nómina de la compañía, porque en todos los vuelos del mundo están estos personajes.

Total, que me resigno, y empiezo el kamasutra del viajero low-cost. Que básicamente, consiste en retorcerse en el asiento e ir cambiando de postura a medida que se te van durmiendo las extremidades y te empiezan a doler huesos y músculos que hasta entonces no te habían servido para nada útil. Y, si de casualidad consigues dormirte, ahí están las azafatas, acechando para despertarte poniéndote debajo de las narices una bandeja con blandiblub rebozado en curry. Creedme, si la comida de los restaurantes chinos os parece mala, Dios quiera que no tengais que probarla a 5.000 km de altura.

Llamadme paranoica, pero estoy convencida de que hacen los aviones incómodos y la comida infecta a propósito, para que estés demasiado ocupado sufriendo como para reflexionar sobre lo absurdo que resulta que una masa de metal con 428 personas dentro pueda elevarse por el aire. Y además, cuando aterrizas ya te da lo mismo lo que le haya pasado a tu maleta. Yo por lo menos, ya me daba por satisfecha con que no me requisasen la botella de ron del duty-free -que casi nos cuesta perder el vuelo, por cierto, la señorita de megafonía desgañitándose, "última llamada para los pasajeros del vuelo etc..." y nosotros discutiendo si comprar ron o whysky, y es que en la vida hay que tener claras las prioridades.

Total, que después de todo aquí estoy, pero todavía no sé qué decir. En un par de días os cuento.

5 comentarios:

  1. ¡Aleluya,las aventuras traumatizadas a la par que dichosas de Bea han comenzado!..¿sabes que en la biblioteca pública de Huelva ofrecen de gratis cursos de cultura y lengua chinas ? vaya ,podrían haberlo hecho antes y así algo habrías adelantado .Lo siento ,pero me parece que el cuerpo militar no es muy propicio para invitarlo a cenar .Sigo atento a tus hazañas,tu amigo que te quiere ,
    Nacho

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  2. Hola Bea!
    No nos asustas con la cronica de tan temible viaje, vamos a ir a verte igual!!!

    (Hemos visto el Rey de las Mascaras: tenias razón. que gran película!!)

    Un beso y otro de Raquel!!

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  3. Bicho vente paspaña. Imos comenzar a época das laconadas. Busca en youutbe La familia y otros

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  4. No sé qué decir, bueno sí que me hace ilusión seguir tu blog. Bicos.

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  5. siempre por ahi perdida. Q alegria saber de ti. un besazo desde Jerez. Eva

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