martes, 30 de septiembre de 2008

EL AÑO DE LA RATA QUE ABANDONA EL BARCO

Mientras escribo esta primera entrada Lolita, mi gata, frota sus mejillas por las esquinas de mi portátil. Se diría que le ha cogido un repentino cariño, pero en realidad lo está marcando como parte de su territorio. De vez en cuando hace lo mismo conmigo, y con las visitas que se quedan el tiempo suficiente como para que les pierda el miedo. Unos animales adorables, los gatos.

Lolita es, técnicamente, mi mascota, pero desde hace años vive en casa de mis padres porque mi vida errante me impide ocuparme de ella. Y el ordenador en el que escribo, aunque está programado para reconocer mis huellas dactilares, no es mío, sino un préstamo de mi hermano. Sin embargo, la maleta que espera en la habitación donde duermo -que, lo habeis adivinado, tampoco es la mía- sí que me pertenece. Es una samsonite rígida, de color verde oscuro, y durante estas últimas noches, en las que me cuesta horas quedarme dormida, la veo en la penumbra, acechando al lado de mi cama como una de las vainas de La invasión de los ladrones de cuerpos. La privación de sueño es lo que tiene, que te hace perder el contacto con la realidad y, todo hay que decirlo, el pensamiento racional nunca ha sido mi fuerte.


Así me paso las noches, dando vueltas sobre el colchón y mirando de reojo el bulto inmóvil, hasta que sale el sol y recupero la lucidez. No hay ningún clon maligno -ya quisiera yo tener el tamaño como para caber dentro de la maleta, o de unos pantalones de la 36, si vamos a eso-, se acabó la Guerra Fría, el telón de acero, el gulag y los soviéticos con cuernos y rabo. China se ha convertido al progreso y al desarrollo económico,los arrozales y los búfalos de agua han dejado paso a los rascacielos y los Mercedes. Todos hemos visto las fotos de la Perla de Oriente, ese rascacielos de forma absurda a orillas del río:





China es un país extraño, al menos para mí. Es el imperio del futuro, de eso estoy cada día más convencida, pero no sé apenas nada sobre ella -más o menos, lo que se puede leer en la entrada de la wikipedia. Aunque he leído mucho sobre el país estos últimos días, no he sacado en limpio mucho más de lo que sabía: que hasta hace poco les vendaban los pies a las mujeres, una práctica que las convertía en tullidas durante toda su vida; que levantaron una muralla inmensa que no les sirvió para impedir la invasión de los mongoles; que inventaron casi todo lo que conocemos, la imprenta, el papel, la pólvora; y que un día hubo una gloriosa revolución y, ejem, China se convirtió en una feliz sociedad comunista -ya he dicho que a mi no me gusta criticar, y además es una actividad que en este país se aprecia más bien poco, no sé si me explico.

Claro que a falta de información, y como buena española, puedo tirar de prejuicios. 24 horas antes de meterme en un avión rumbo a Shanghai, debería pensar que:

-Sus ritos funerarios consisten en convertir al difunto en chop-suey.
-Después de la carne de abuelo, su principal fuente de proteinas es el gato -¿he dicho ya que Lolita no se viene conmigo?.
-Escupen y fuman en cualquier parte, y se diría que disfrutan convirtiendo todo lo que les rodea en un estercolero. Aunque no huelen mal, de eso se ocupan los negros -se ve que ese concepto tan capitalista de división del trabajo también rige los prejuicios.
-El tamaño de sus genitales es inferior a la media, lo que además explica la pasión de los asiáticos por la tecnología diminuta -¿y qué explica la de los españoles por la construcción y el tráfico de maletines? Será porque estamos también a la cabeza en operaciones de cirugía plástica y recurso a las señoritas de visa sí...

Esto último no sé si será verdad -y ahorraos los comentarios sobre si lo voy a descubrir, que este blog también lo lee mi Mamá-, pero más nos valdría, porque me dá que en breve nos van a poner mirando a Pekín, o Beijing, como se dice ahora. Y más viendo la que tenemos liada estos días en Occidente, con los bancos quebrando, la mano invisible que no aparece, las Casandras de turno augurando que el petróleo se convertirá en sangre y la cólera del Euríbor se abatirá sobre nosotros, y Bush II lidiando con su propio partido porque se resisten a creer que el Mercado sea incapaz de regularse por sí mismo. Mientras, los gobiernos europeos exigen que EEUU haga algo para arreglar la debacle que ha provocado. Como si fuese a servir para algo... Ladran, luego cabalgamos, que decía el otro.

Mientras, China ha bajado sus previsiones de crecimiento -¡oh, catástrofe!- del 10,5% a sólo el 9,5%. Es decir, que si mantienen este ritmo, en unos 10 o 12 años su economía será el doble de lo que es ahora. No sé cómo verán la crisis que se cierne sobre Occidente, pero no creo que tengan muchos motivos para preocuparse. En los últimos veinte años, China ha logrado la hazaña de sacar de la pobreza a 500 millones de personas. La esperanza de vida media es ya de 75 años, no muy lejos de la de España. No está mal para un país que todavía está en vías de desarrollo - uno de los pocos a los que les viene bien esta expresión, porque de verdad se está desarrollando.
Por cierto, estamos en el año de la rata, un simpático roedor que cuenta entre sus méritos el haber traído a Europa la peste bubónica. Esa que mató a uno de cada cuatro europeos allá por la Edad Media. ¿Adivinais de qué país llegó? Vino con la seda, el opio y las especias, recorriendo Asia Central con las caravanas de comerciantes y en las bodegas de los barcos que llegaban desde los puertos del Lejano Oriente.

Los chinos creen que las personas nacidas bajo el signo de la rata son inteligentes, enérgicos, decididos. Unos supervivientes natos que disfrutan de los placeres sensuales y viven el presente. No suena mal.