Aunque el precio no sea un problema, un coche, aunque sea de lujo, abulta demasiado en la maleta, así que también le puedes decir al taxista que te deje en la puerta de una tienda de Gucci, de Prada o de Cartier. Y después de sortear a los cientos de vendedores que ofrecen relojes falsos y juguetes de plástico, puedes recuperar fuerzas con un par de brochetas de algas fritas y tentáculos con cinco especias: para recordar que estamos en China. Pero aviso que no sé de qué animal son lo tentáculos, supongo que de calamar, aunque tal como está el medio ambiente por aquí igual son tentáculos de pollo...

Debo decir, por cierto, que Shanghai, como ciudad, es horrorosa. Y como casi todas las cosas feas, gana mucho de noche. Lo cual es una suerte, porque como dice un refrán chino: "En Sinjian, la lluvia. En Hanzhou, la niebla. En Shanghai, la noche." Que, muy en la mentalidad china, no se refiere a que sea lo mejor de cada sitio, sino a lo que hay. Como China es una nación unida, todos nos rejimos por el horario de nuestra gloriosa capital. Lo que hace que aquí amanezca alrededor de las cinco, y anochezca sobre las seis, casi todo el año. No está tan mal, teniendo en cuenta que en otras provincias amanece a las tres de la mañana.

Sin duda, esta ciudad mejora mucho por la noche.

En parte, Shanghai es tan fea porque no tiene casi nada antiguo. Hay barrios que tienen su encanto, como la Concesión Francesa o el Bund, el paseo por el río, levantados durante el periodo en el que Shanghai sufrió la opresión imperialista de las malvadas potencias europeas. Son edificios construidos por gente que no veía la arquitectura como un combate de pressing catch entre el hormigón y la ley de la gravedad, lo que es un respiro frente a las torres inmensas que ocupan el resto de la ciudad. Y que son feas, insisto.



Shanghai es una ciudad muy futurista, pero es un futuro que tiene algo de post-apocaliptico, en el sentido de que parece agotada, como si después de guerras, catástrofes y plagas, al fin hubiera vuelto la calma, y la humanidad se dedicase simplemente a dejar pasar los días, esperando a que se apague el sol. Los rascacielos están sucios por la polución, y muchos tienen un aspecto muy envejecido, lo que, al principio, parece una contradicción: ¿un rascacielos viejo? Pues si. El agua del grifo no es potable, por supuesto, y si la contaminación del aire se hace más intensa, pronto no podremos salir a la calle; de hecho, mucha gente va por la calle con mascarillas, a juego con su ropa o con dibujos de Hello Kitty. Tenemos el edificio más alto de Asia, el Shanghai World Financial Center, más conocido como el Abrelatas, pero la contaminación es tan densa que a menudo es más fácil verlo de noche, cuando está iluminado, que durante el día, cuando la ciudad entera está envuelta en una especie de niebla tóxica.

Aquí la gente sale con paraguas para protegerse del sol, van a cenar o al supermercado en pijama y chanclas (lo juro), y no hay pájaros en el cielo (me dicen que no los hay en toda china). Tampoco hay ratas, afortunadamente, aunque te puedes encontrar con cucarachas correteando por el suelo de un piso 33 (esto también lo he visto). La única forma que se me ocurre de que hayan llegado hasta allí es que ni siquiera hayan llegado a pisar el suelo, que hayan nacido y crecido por entre los cables y el hormigón. Me dan hasta pena, pobrecillas... y pánico me da pensar lo que puede crecer en las alcantarillas de esta ciudad, seguro que los cocodrilos albinos de Nueva York son lagartijillas al lado de lo que se debe estar criando bajo nuestros pies.
El tráfico es un atasco perpetuo, incluso en el carril-bici, y en el centro hay atasco hasta llendo a pie, aunque no es una ciudad agobiante. Los conductores no conocen código de circulación alguno, ni temor de Dios, pero casi nunca tienes la sensación de que nadie tenga prisa por llegar a ninguna parte. Además, si vas en taxi puedes distraerte viendo anuncios en la pantalla que todos llevan encajada en el reposacabezas del copiloto. La mayoría, además, son táctiles, así que puedes escoger qué marca prefieres que te venda sus productos... Yo me sé de memoria ya el catálogo otoño-invierno de Zara (y además puedes escoger en qué color te gusta más cada prenda). Claro, que será por publicidad: puedes ver anuncios en las pantalla que hay en la mayoría de los ascensores (sí, también en los de las casas), o adornando las fachadas de los edificios.
No sorprende que haya tanta publicidad por todas partes, viendo que en las calles de Shanghai sólo hay sitio para los negocios: tiendas, restaurantes, supermercados, centros comerciales. Eso es todo. Apenas hay zonas verdes, y como las casas no dan directamente a la calle, tampoco hay portales, sino rampas con garitas de guardias de seguridad. Aquí todo el mundo vive en compounds, urbanizaciones de bloques de apartamentos que comparten un control de seguridad y una cantidad de césped directamente proporcional al precio de los alquileres en ese compound. De vez en cuando ves algún gato tomando el sol sobre el césped, o a un vecino paseando al perro en pijama.
Tampoco hay templos, iglesias, ni mezquitas. O casi. Hay dos templos budistas: el del Buda de Jade, que tiene una taquilla en la entrada y una gran placa advirtiendo en inglés y chino que, seas turista o vayas a rezar, hay que pasar por caja, y el de Jing'an, que está dentro de un centro comercial. También hay una catedral católica, pero que yo sepa no tiene servicios religiosos, sólo sirve como fondo para que las parejas de novios se saquen fotos. Aunque los tuviesen, no creo que pudiesen anunciarlos (el proseletismo es delito), y en teoría tampoco podrían dar la misa en latín, porque los ciudadanos chinos no tienen permiso para acudir a actos religiosos en lenguas extranjeras: y es que, aunque es fácil olvidarlo, estamos en un país comunista.
Menos mal que el opio del pueblo era la religión, porque si llega a ser el consumismo, no sé qué habría sido de esta ciudad.
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