miércoles, 24 de diciembre de 2008

MENU DE NOCHEBUENA: PAN DE TE VERDE Y PASTEL DE OSMANTHUS

Una de las grandes satisfacciones de vivir en China es que no se celebra la navidad. Aparte de algún abeto de plástico en la puerta de un centro comercial, y algunos antros de perdición capitalista como MacDonals que cambian la música pop china por villancicos (casi se sale ganando con el cambio, de hecho), es Navidad como podría ser Ramadán. No hay anuncios dando la brasa en la tele y las calles con que compremos turrón con sabor a papaya mientras volvemos a casa de nuestros sufridos padres (que este año a lo mejor ni abren la puerta, por que con la que está cayendo por Europa, igual el niño viene a instalarse), ni decoración hortera en las calles (entiéndase, más de la que hay habitualmente).

Si es que aunque quisieran poner algo, ya no cabe


Entendedme, digo que es una ventaja, pero sin acritud. Yo ni soy militante anti-Navidad (bueno, un poco, pero tampoco es este el tema de hoy), ni tampoco soy especialmente fan del turrón blando y el chupito de beilis (así, como lo pronuncian nuestras tías) con el que acabamos de taponarnos el estómago, pero para esta Nochebuena me veía brindando con Licor de Tres Flores (a saber cuáles), y comiendo pastel de osmanthus, que es lo más parecido a turrón que pude encontrar. Al final hubo cerveza y vino como para librarnos de abrir la botella de licorazo, pero el pastel de osmanthus sí que tuve ocasión de probarlo. Y si os preguntais qué tal estaba, pues para qué os voy a engañar, os podeis imaginar a qué sabe una cosa hecha con un ingrediente que se llama por su nombre científico. O sea, Industria Alimentaria China 2- Laoguai ingenua 0.

Que este tema del osmanthus tiene su enjundia, porque es muy representativo de cómo se relacionan los chinos con la naturaleza. Decía un escritor de viajes que un chino, cuando se encuentra con un pájaro hermoso y exótico, tiene dos ideas: comérselo o encerrarlo en una jaula minúscula y usarlo como objeto decorativo. Pues algo parecido le pasa al osmanthus, y no corrais a la wikipedia, que ya me he informado yo por vosotros, para que veais como os cuido: en castellano se le llama olivo oloroso (o eso dicen en el interneee, habrá que creerselo) y es un arbusto que tiene la peculiaridad de florecer durante un periodo muy corto de tiempo, y de tener un aroma especialmente intenso. ¿Y qué hacen los chinos? Pues cortarle las flores y hacer con ellas te, un vinazo intragable (que tiene 20 grados, es que aquí le llaman vino a cualquier cosa), y pasteles igualmente incomibles.

Dejo el tema culinario para otro momento, y vuelvo a estas fechas tan señaladas. Los chinos ignoran la Navidad porque no la han celebrado nunca, como es lógico en un país donde el cristianismo nunca llego a tener mucho éxito, y porque además coincide muy cerca del Festival de la Primavera, o lo que nosotros llamamos Nuevo Año Chino. Como este año toca especialmente pronto, dentro de unas tres semanas, no me voy a liar explicando en que consiste, pero básicamente la gente se hace regalos, se compra ropa nueva, y se lia a comer y a beber como si tuvieran miedo de que no haya un nuevo año esperando (como decía Mafalda, qué grande). Así que yer iba yo camino de la cena de Nochebuena que hicimos en casa de un amigo, con mis cinco barras de pan bajo el brazo (me habían encargado que comprara el pan porque desde que saben que desayuno arroz con kimchi ya no se fían de mi), y me crucé con unos vecinos en el ascensor. Hay que decir que, en general, los chinos son discretos cuando se trata de mostrar asombro, pero la cara de póker de estos dos cuando me vieron a las nueve de la noche con media panadería bajo el brazo, era para grabarla, entre que aquí nadie come pan, y que se cena entre las seis y las ocho, debieron pensar que el jet-lag que había afectado más de lo normal. Y cuando llegué a casa de este hombre, estaban otros de sus vecinos de mudanza. Planazo para una Nochebuena: ponerte a a acarrear armarios. Claro que si vamos a eso, también es un plan curioso pasar la Nochebuena bebiendo tsintaos y comiendo tortilla de patatas con un grupo de gente que conocí hace tres meses en un aeropuerto (y que ya son como mi familia, por si alguno me lee, que sepais que nimen xianzai shi wo jia ren, renshi le nimen wo fei chang gaosing).

Y es que aquí los guiris nos dividimos entre los expatriados "de verdad", que se vuelven a sus países de origen a comer las uvas o lo que sea de rigor en Nueva Zelanda o Michigan, y a recibir los regalos en compañía de los suyos, y los pringados como yo y mis compañeros, que nos quedamos aquí levantando el país. Os iba a contar como nos organizamos, pero mañana tengo que coger un avion a las ocho de la mañana para Hong Kong y me da pereza, asi que os voy a dejar.

sábado, 6 de diciembre de 2008

HE VUELTO

Que nadie se preocupe, que de momento no me han atropellado, es que ha empezado el invierno en Shanghai (0 graditos pelados que tenemos) y como no se utilizar el aire acondicionado, porque el mando está en chino, pues no he tenido tiempo de escribir. Que direis, ¿qué relación tiene una cosa con la otra? Pues hombre, que en mi casa hace frío, pero en los bares se está muy a gusto, así que me he pasado los últimos quince días cual personaje de un tango, yendo de bar en bar contándole mis penas a los camareros. "Ay, mi aire acondicionado, que me traiciona cuando más lo necesito, si es que las máquinas son todas unas malas p...".

A ver quién entiende aquí algo

Y ni tan mal, la verdad, lo que pasa es que los chinos, que a veces tienen raptos de lógica, son de la opinión de que lo sano es pasar frío en invierno y calor en verano, así que aquí es normal encontrarte con las puertas y las ventanas abiertas en los bares y los restaurantes, y la gente comiendo con el abrigo puesto tan felices. Así que como acababa pasando frío de todas formas (es que la Tsintao para entrar en calor, como que no, y miedo me da el alcoholazo que venden aquí), me metí el mando del aire en la mochila y fui a pedirle a mi profesora que me lo tradujera.

Trabajito le costo, a la mujer, enteder el bicho este. Entre que, como ya he dicho, es de Harbin, y claro, a menos 20 que están ahora mismo allí no hay aire acondicionado que valga, y que los mandos a distancia, como los folletos de instrucciones, están hechos a mala idea (yo creo que son parte de un plan maligno para exterminar a la humanidad llevándonos a todos al suicidio por pura desesperación), casi me vuelvo a casa a seguir pasando frío.

Aunque no es que ahora esté mucho mejor. Mi aparato de aire acondicionado es más grande que el frigorífico (a esto sí que le voy viendo la lógica, porque ahora mismo las cosas están bastante más frías sobre la encimera que dentro del frigo), pero da el mismo calor que un secador de pelo. De hecho, da hasta la misma sensación, en cuanto lleva dos minutos soltando aire noto como se me van quedando los ojos como uvas pasas, mientras los dedos de los pies siguen avanzando lentamente hacia la congelación y la gangrena.


Los cerditos son una aportación de mi casera, que no puede evitar ser china

Y es que los chinos tienen un concepto de los electrodomésticos bien curiosa. Por ejemplo, las lavadoras: en otras partes del mundo, las lavadoras lavan, de ahí su nombre. En chino también se llaman así, xi yi ji, o sea, lavar ropa máquina. Pero la mía, no se debe haber enterado bien, porque más que lavar la ropa, la digiere. Yo le meto las ropa, le echo el detergente por encima, (es de carga horizontal y no tiene cajón donde echar el detergente, la lejía o lo que sea, tienes que echarlo todo directamente al tambor), y luego cruzo los dedos. Mientras, ella se pasa las dos horas siguientes dando vueltas lentamente, haciendo un ruidito como el gorgoteo que te sale del estómago después de la cuarta cena de Navidad.

Luego suelta un pitido así como lastimoso, con el que indica que ha acabado de lavar y quiere un chupito de suavizante para rematar la faena, y al fin ya se pone a centrifugar. Pero vamos, dos minutos, así como para que se vea que cumple. Y eso, cuando le apetece, porque un día estaba vaga, y no hubo manera. Me puse a tocar botones y ella se puso a pitar por todos lados que parecía que le estaba pegando, hasta que le dije, "bueno, mujer, tampoco hace falta que te pongas así", y saqué la ropa chorreando (sí, le hablo a mi lavadora, debe ser por el glutamato).

Que tiene más mérito de lo que parece, sacar una colada entera chorreando agua de las entrañas de una lavadora china. Porque otra peculiaridad de estas máquinas (he estado preguntando y a todo el mundo le pasa lo mismo) es que la ropa sale, aparte de con más arrugas que en una campaña de Adolfo Domínguez, anudada una con otra, literalmente. Yo no se como lo consigue, pero mi lavadora, después de dos horas de suaves meneos, consigue que mis sujetadores salgan con los aros tan retorcidos que parecen muelles, y enredados al mismo tiempo con absolutamente toda la ropa que estaba dentro. Y si fueran solo los sujetadores... ya sólo llevo camisas y polos de manga corta, porque la última de manga larga que metí se ató de tal manera con unos pantalones que aún no he conseguido desenredarlos. De hecho, los tengo encima de la mesa del salón, para que decoren en plan escultura moderna.

Otra curiosidad es que aquí las casas no tienen horno. No sé si también fue idea de Mao, o es porque el aire acondicionado tamaño "yo creo que aquí dentro hay un chino metido calentando el aire con un mechero" chupa él solito toda la potencia eléctrica de la casa. Y claro, si te vas a morir por congelación mientras esperas a que se ase el pollo (o la tortuga, o lo que sea), tampoco te merece la pena tener horno. El caso, que no hay hornos, y me parece estupendo porque yo tampoco iba a usarlo mucho, la verdad.

Peeeero, hete aquí que el otro día estaba yo buscando refugio en casa de un amigo que sí sabía cómo funcionaba su aire, y tenía en su cocina un aparato que tenía todo el aspecto y el tamaño de ser un horno, de estos de toda la vida en los que hacen nuestras madres los asados del domingo (y la mía en particular hace también unos pasteles de hojaldre que están de escándalo, Mamaaaaaaa mándame un táper de croquetas, que estoy harta de comer cosas que no sé qué son). Accidentalmente le toqué un botón, y aquello se llenó de luces de colores y cosas raras, que por un momento pensé que me había dado corriente y estaba teniendo un ataque de epilepsia. Que una tiene algo de mundo, pero un horno tuneado, no lo había visto nunca. Cuando se me pasó el susto, fui a decirle a mi amigo que su horno estaba haciendo cosas raras, y que a ver si iba a empezar a soltar humo tóxico, que con la calidad que tiene aquí todo, cualquiera se fía.

Y ahí mi amigo me miró con esta cara de, "No te queda a ti ni nada en China", y me dice, "No te preocupes, que yo no tengo horno". Y yo, "¿Y ese bicho que tienes encastrado debajo del fregadero ocupando media cocina?". Repuesta: "Un higienizador de platos".

Como el chico es informático y a veces habla raro, pensé que por higienizador quería decir un lavavajillas. Pero no, por higienizador quería decir exactamente eso: tu lavas los platos bien lavaditos, y luego los metes en el bicho ese, que te los desinfecta y de paso te tiene entretenido con los juegos de luces. ¿Que sería mejor un lavavajillas que te los higienizase mientras de paso los lava? Pues hombre, la cosa en el fondo tiene su lógica, porque si una persona come algo que requiere desinfectar la vajilla después de haberla lavado, y la mete sucia dentro de una máquina conectada a la corriente eléctrica, igual se hace una reacción rara entre la electricidad y la roña y sale de allí un alien. Si es que parece que no, pero está todo pensado.

Bueno, os dejo, que me está llorando la lavadora. Le he comprado un suavizante nuevo, con aroma a melocotón. A ver si le gusta.