domingo, 15 de febrero de 2009

EFECTOS SECUNDARIOS DE VIVIR EN CHINA

Es curioso lo rápido que se pierde la perspectiva, o como decían nuestras abuelas, a todo se acostumbra uno. O será el glutamato, pero yo estoy perdiendo la capacidad de distinguir lo hortera de lo simplemente llamativo (aquí este proceso se conoce como chinizarse) a una velocidad que empieza a asustarme.

Por ejemplo, y por seguir con un tema al que le tengo especial cariño, el móvil. Como comenta Daniel, aquí todo el mundo lo lleva decorado con colgajos varios, que van desde cascabeles en forma de rana, oso panda o gato sonriente, personajes de dibujos animados, sushis y rollos de primavera, a cualquier cosa que se os pueda ocurrir combinada con una Hello Kitty y tonos pastel. De todos los objetos inútiles y horteras que saturan mi campo visual un día detrás de otro, Helly Kitty es la campeona absoluta, y los colgantes para móviles su reino indiscutible. La he visto en el regazo de un Buda, vestida de geisha y con un gorro de vaca (sí, al mismo tiempo, prefiero no pensar qué se le pasaba por la cabeza al que ideó semejante combinación) y, mi favorita, abrazada a una miniatura rosa chicle de la Perla de Oriente (que es bastante menos hortera que el edificio real).

Algunas muestras de arte para tu móvil. Mi favorito es la alita de pollo.











Lo preocupante del caso es que en mi último post no se me olvidó comentar este detalle. Lo que se me olvidó mientras escribía es que en España la gente le ahorra a sus semejantes la visión de este tipo de artilugios. Y es que ya lo tengo tan asumido que cuando fui a comprarme un móvil nuevo lo primero que comprobé es dónde tenía el gancho para el colgante. De hecho, debo confesar que me decidí a cambiar de móvil no porque el mío no leyese caracteres, ni porque se le hubiera roto la carcasa y fuera con la batería al aire como si fuera el móvil de Terminator, sino porque me había comprado un colgante nuevo en Hong Kong y quería lucirlo en condiciones.

Más ejemplos de chinización rampante: he colgado en la puerta de mi casa una decoración de Año Nuevo, en particular una ristra de de vacas sonrientes abrazadas a petardos gigantes, con sus detalles en oro y todo. Y lo he puesto porque me gustan. Claro que tengo que decir en mi descargo que antes de llegar a este punto había estado sometida durante quince días a la decoración de Año Nuevo por absolutamente todas partes, y antes de eso a los adornos de Navidad que habían puesto mis amigos en sus casas, y algunos chinos inconscientes en las puertas de sus negocios. A ver quién mantiene el criterio después de esto.

Otro: hace unas semanas se me rompió la cartera y estuve buscando una nueva, descubriendo para mi frustración que aquí no venden carteras con monedero, la mayoría sólo son para billetes y estas tarjetas de visita que tanto les gusta repartir a los chinos. Total, que en un mercado de falsificaciones (este es otro tema glorioso que trataré otro día) encontré una cartera que tenía su monedero y su sitio para los billetes y las tarjetas. Lo que pasa es que me pareció un poco llamativa de más. Aparte ser de auténtico plástico rosa fucsia, estaba decorada con una Hello Kitty (quién si no) vestida de cantante country, con sus botas camperas y su falda vaquera, sentada encima de una guitarra hecha con purpurina. Lo juro. Y lo peor, lo que más me preocupa, es que estuve tentada de comprármela. De hecho, cambié de idea no porque no me gustara (aunque no sé si gustar es el verbo más adecuado para este tipo de objetos), sino porque me pensé que no iba a poder usarla sin ir dejando ciega a la gente a mi paso.

¿Qué me pasa, doctor?

jueves, 12 de febrero de 2009

EL TELÉFONO MÓVIL, ESE INVENTO

En chino, teléfono móvil se dice zhouji, máquina de mano, un nombre que cada día me parece más acertado, porque mi teléfono móvil ha pasado por más manos que un billete de cinco yuanes. De hecho, creo que desde que llegué a Shanghai mi teléfono ha pasado más tiempo en manos de desconocidos que en las mías. Cada vez que entro en un taxi / tienda / bar / hospital y el chino de turno se me queda mirando con cara de póker, mi solución es sacar el teléfono y decir la frase mágica: deng yixia, wode pengyou gaosu ni. Espere un momento, mi amigo se lo explica. De verdad os lo digo, si sólo vais a aprender una frase en madarín en toda vuestra vida, que sea esta, no lo dudeis. Ni hola, gracias, como se llama, no sé como ha llegado esto a mi equipaje u otras tonterías de las que vienen en las guías de “Mandarín para el viajero”.

Que donde dices amigo, puede ser cualquiera, yo le he pedido que me haga de intérprete a compañeras de la oficina, recepcionistas, camareros, la teleoperadora de mi seguro médico... Y si no tienes nadie a mano, meiyouwenti, sin problema, pues como creo que he dicho en más ocasiones, este es el país de Pagando, San Pedro canta, y hay compañías que ofrecen servicios de intérpretes por teléfono. Marcas el número mágico, explicas en inglés tu problema, y luego le pasas el teléfono al chino que tengas delante para que se lo expliquen en mandarín. Al que inventó este servicio tendrían que darle el Nobel de la paz, o algo, por todos los laowai a los que ha salvado del suicidio, y todos los chinos a los que ha librado de ser asesinados en un rapto de frustración.

Otra idea estupenda que ha tenido algún emprendedor es un servicio de localización de bares, hoteles, hospitales y edificios de interés en general. Tu mandas un sms con el nombre del lugar en cuestión, y te contestan con la dirección en inglés y, muchísimo más importante, en caracteres chinos. Así sólo tienes que montarte en un taxi y enseñarle el móvil al taxista. Porque por poder, puedes buscar una dirección en internet o en una guía de viajes o donde te de la gana, pero como no esté en caracteres, muy lejos no vas a llegar. Y que conste que los taxistas de Shanghai, al menos por mi experiencia, tienen una capacidad de comprensión que más parece telepatía. Cada vez que le pido a uno que me lleve a mi casa y no sólo entiende la dirección a la primera, sino que además sabe dónde es, con el tamaño que tiene Shanghai, me quedo lela. Claro que después los ves conducir, y empiezas a atar cabos: claro que tienen una inteligencia superior, ¿no era esa una de las características de los psicópatas?

Si es que en las recomendaciones de viaje que hace el Ministerio de Asuntos Exteriores tenían que dejarse de vacunas y ropa adecuada para el clima extremo. El auténtico kit de supervivencia del laowai que se va a China debería incluir: tarjeta de crédito (mejor dos o tres, que no se respire miseria); caja tamaño familiar de Lexatín y/o petaca de whisky o, en su defecto, un par de botas de senderismo con las suelas bien resistentes (porque así, sin doping, a ver quién se atreve a subirse en un taxi); y sobre todo, teléfono móvil. Ligero, práctico, y además lo mismo te sirve para recorrer la Ciudad Prohibida que para irte de marcha a un macrodiscoteca del extrarradio una vez de vuelta a España.

miércoles, 11 de febrero de 2009

AÑO NUEVO, BUENOS PROPÓSITOS

Al fin hemos empezado los años, el laowai de 2009 y el chino de un animal de difícil traducción. Yo me disculpo por haberos abandonado, entre viajes y visitas no he tenido tiempo (ni ganas) para dedicarme a ladrar sobre este gran país. Pero como he incluido entre mis propósitos de años nuevos actualizar el blog con regularidad, aquí estoy de vuelta.

Empiezo con un tema que nos tiene locos a los expatriados, ¿a qué bicho está dedicado este año? Al buey, direis, bueno, según se mire, porque en chino, este es el año del niu, palabra que designa más o menos indistintamente al buey, la vaca, el toro e incluso el búfalo. En general, cualquier bovino usado como animal de tiro. Buey está copiado del inglés ox, que no sé de dónde se habrán sacado, aunque me lo imagino: en chino, para matizar que el niu en cuestión es una vaca, se dice nainiu (o sea, niu lechera), y mangniu (es decir, niu macho) para el toro. Supongo que de ahí la traducción de buey, que ni da leche ni es muy macho. Antes estábamos en el año de la rata, y después vendrá el del tigre.

La rata es el animal que abre el ciclo de doce años, porque según cuentan la leyenda y la wikipedia, los animales fueron convocados por los dioses a una carrera para asignarles el orden en el calendario. Qué dioses eran, varía según la fuente, pero fuera quien quien fuera, capacidad de convocatoria tenía poca, porque sólo le hicieron caso trece bichos (rata, buey, tigre, conejo, dragón, serpiente, caballo, cabra, mono, gallo, perro, cerdo, y gato).

Os voy a contar la historia completa, porque tiene su gracia y su moraleja, y además me recuerda a lo que nos está pasando ahora. El caso es que los animalitos tenían que cruzar un río, y según llegasen a la orilla sería el orden que ocuparían en el calendario. El buey (o toro, o lo que fuese) tenía miedo de no encontrar el camino porque era corto de vista, así que la rata, que por aquí tiene fama de espabilada, le dijo, “No te preocupes, que aquí mi amigo el gato (todavía no se llevaban mal, aunque os suelto un spoiler: al final de la carrera el gato la odia para siempre) tiene una vista de lince, por algo son primos. Tú nos dejas que nos subamos encima de ti, y ya te vamos diciendo el camino”. O dicho de otro modo, si tu no sabes invertir porque no sabes ni lo que es un MBA, déjame tus dineros que tengo aquí un paquete de bonos vinculados a unas hipotecas subprime que ya veras. Total, que el pobre buey se dejó las pezuñas nadando mientras el gato le guiaba y la rata iba dando ánimos (quien dice dale a la pezuña, dice hazme unas horas extra, y contención salarial, que lo que es bueno para la empresa nos beneficia a todos). Y hay que reconocer que gracias a ese par de consejeros, el buey pasó a todos los demás bichos. Pero no ganó la carrera, porque cuando estaban a punto de llegar, la rata le dio una patada en el culo al gato y lo tiró al agua, y después salto a la orilla desde la cabeza del buey, llegando ella la primera (como quien llega el primero a poner el cazo en las ayudas de Papá Estado). Por eso, los chinos creen que en el año de la rata se empiezan los proyectos, gracias al ingenio y a la energía que trae el bichito, pero que es durante el año del buey cuando se consolidan estos cambios, a base de trabajo duro y resistencia al cansancio y al dolor. Que nos espera un año fino, vaya.

Por aquí no sé si se va a consolidar mucha cosa o si vamos a seguir yendo a peor. Por mi trabajo me paso el día leyendo la prensa económica, y seguir las cifras de crecimiento previsto para este año son como estar en una partida de bingo, cada uno dice una cosa, cada día cambia, del 9% que dice el gobierno al 3% real que predice un analista, entran todas las cifras posibles. Claro que, en un país de la magnitud de este, los números pierden parte de su sentido: hay 20 millones de nuevos parados, toda una Shanghai de ociosos forzados a volver a sus pueblos miserables porque Occidente ya no tiene dinero para estampitas de plástico. ¿Son muchos? ¿Pocos? A saber.

El drama de estos trabajadores-rurales-emigrantes, como los llaman aquí, es que muchos abandonaron sus pueblos siendo muy jóvenes, y ya no saben cultivar la tierra, o no pueden, porque poseen terrenos poco fértiles, o agotados por los monocultivos. ¿Qué será de ellos, de sus familias, cuando no tengan ni para comer? Pues no lo sé, y lo más probable es que no lleguemos a saberlo nunca, a menos que cambien mucho las cosas: hace unos días leía en Xinhua, la agencia gubernamental de noticias (en la práctica, la única), que el pueblo tibetano se preparaba para celebrar "el aniversario de la liberación de los siervos", comentada con profusión de fotos de tibetanos en traje típico bailando para mostrar su alegría por haber recibido la libertad a manos de las tropas chinas. La guinda la ponía el testimonio de una anciana tibetana que decía "recuerdo cómo lloré el día en que el Ejército Rojo entró en Tibet". Imagino que el periodista que redactó la noticia debe haber disfrutado una vida libre de penas y tristezas, porque en el texto no matizaba si la buena señora había llorado de felicidad, de pena o de rabia. O a lo mejor fue el traductor que lo pasó al inglés el que tuvo un rapto de decencia y dejó la frase equívoca adrede.

Así que supongo que para Xinhua y la prensa china en general estos nuevos parados estarán también henchidos de felicidad por haber recibido la oportunidad de regresar a sus tierras ancestrales.